Mi obra está directamente relacionada con la manera en que tengo de sentir la fotografía, espontánea, cotidiana y ocasionalmente aventurera, con mucha curiosidad ante todo. Con un lado B para la experimentación, sobre todo en el cuarto oscuro al momento de hacer las copias, una mutación de la toma inicial, a veces sutil y otras veces extrema.

Nunca pierdo la ilusión de descubrir algo nuevo, y darme el tiempo para hacerlo, regalarme ese momento, salir en la búsqueda, sin más pretensiones que encontrar algo que refresque la mirada, en este mundo imparable, en constante cambio tecnológico y donde el ritmo para digerir imágenes es casi fugaz. Por eso, rescatar esos fragmentos de momentos insignificantes, pero que pueden generar diferentes sensaciones, es para mí un tesoro, una pequeña victoria fotográfica, inagotable fuente de expresión y remedio contra el bajón existencial.

Concluir con la obra mediante la copia analógica es enaltecer el proceso previo, es darle vida y tener la posibilidad de que esa obra habite con complicidad de quien empatice con la misma.